La belleza y riqueza patrimonial de la ciudad de Toledo está caracterizada porque es fruto de la mezcla de tres culturas: judía, cristiana y musulmana. Entre los monumentos que dan sentido a ese indiscutible valor se encuentra la conocida Iglesia de Santo Tomé.
En el siglo XII, y sobre una antigua mezquita, fue donde se construyó dicho templo que en el siglo XV se sometió a una reforma, subvencionada por el Conde Orgaz (Gonzalo Ruiz de Toledo), que fue la que propició que el antiguo alminar pasara a convertirse en un campanario de estilo mudéjar.
Muchos son los turistas que anualmente visitan dicha edificación con el deseo de conocer los elementos más significativos de la misma tales como su capilla mayor, que es un perfecto ejemplo de la perfecta conjunción de los estilos gótico flamígero y mudéjar.
No obstante, tampoco hay que pasar por alto el resaltar otros espacios igualmente relevantes tales como sus retablos platerescos y barrocos, la pila bautismal o una imagen en mármol de la Virgen María que data del siglo XII.
Sin embargo, hablar de la Iglesia de Santo Tomé es hablar de la joya más importante y atractiva que guarda en su interior: el cuadro El entierro del Conde de Orgaz. Una pintura esta realizada por El Greco en el año 1584 en la que se representa la leyenda que dice que al morir dicho personaje aristocrático hicieron acto de aparición San Agustín y San Esteban para colocarlo en su sepultura.