Muchos y variados son los símbolos arquitectónicos que existen en la ciudad de Cuenca y en este caso nos queremos centrar en la conocida como Torre de Mangana. Una construcción de la que se tienen sus primeras referencias documentales en el siglo XVI, en el que sabemos que se sometió a diversas remodelaciones y cambios por parte de maestros tales como Esteban Limosín o Juan Andrea Rodi.
Sin embargo, esta edificación se vería con el paso del tiempo sometida a una serie importante de desastres que hicieron que modificara su fisionomía. Así, no sólo tuvo que hacer frente a los daños que le causaron los franceses con sus ataques desproporcionados en tierras españolas sino también la caída de un rayo.
Por todo ello, desde aquel momento varios maestros del momento, como sería el caso de Mateo López, desarrollaron proyectos para conseguir que volviera a lucir tan bella como siempre. Cambios que se vieron aumentados a principios del siglo XX pues fue entonces cuando el arquitecto Fernando Alcántara tomó las riendas de las obras y dotó a esta Torre de Mangana de un estilo neomudéjar que la convirtió en un referente patrimonial en Cuenca.
Sin embargo, los continuos cambios se fueron sucediendo nuevamente durante todo el mencionado siglo para finalmente conseguir que esta construcción luciera el aspecto fortificado y militar que hoy la define. Y todo ello se consiguió de manos de Víctor Caballero que, entre otras cosas, la dotó de un potente matacán que es una de sus principales señas de identidad.