Visitar Guadalajara es, entre otras muchas cosas, una oportunidad magnífica para conocer a fondo su interesante y rico patrimonio arquitectónico y artístico. Precisamente, dentro de él destaca una construcción que se ha convertido en uno de los símbolos indiscutibles de la ciudad: el Palacio del Infantado.
Íñigo López de Mendoza y Luna, el que fuera segundo duque del infantado, fue quien ordenó construir esta edificación que comenzó a erigirse a finales del siglo XV, más concretamente en el año 1480. Ella se engloba dentro del estilo gótico isabelino aunque es cierto que quien tenga la oportunidad de admirarla descubrirá también elementos renacentistas.
Uno de los aspectos que más llama la atención de dicho edificio es su fachada y es que la misma está considerada como una de las más bellas joyas del gótico civil que existe no sólo en Castilla la Mancha sino también en toda España. En ella pueden admirarse desde una galería de balcones y garitones hasta las puntas de diamante que la inundan.
Ya en su interior, la construcción sigue sorprendiendo. Y es que cuenta con espectaculares espacios como el conocido Patio de los Leones donde se establece una doble arquería superpuesta y columnas pertenecientes al arte dórico.
La galería del jardín, la sala de Crono con símbolos zodiacales, la sala de las batallas o la sala de la Atalanta son otras de las estancias que no hay dejar pasar la oportunidad de visitar. Especialmente vea esta última donde se hallan una chimenea de mármol italiano y unas pinturas en el techo realizadas por Cincinato a finales del siglo XVI.